martes, 28 de octubre de 2008

Amor eterno y del bueno…


"Yo soy el Señor. No he cambiado. Y por eso ustedes, descendientes de Jacob, no han sido aniquilados. Ustedes se han apartado de mis preceptos, como se apartaron sus antepasados, y no han querido obedecerlos. Yo, el Señor todopoderoso, les digo: ¡Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes! Pero ustedes dicen: ¿Por qué hemos de volvernos a ti?"
(Mal. 3:6,7.)


En la última página de historia y de profecía encontramos una declaración del amor persistente de Dios.

El invariable amor de Dios se declara en las palabras iniciales “Yo os he amado”, dice Jehová. Palabras hermosas, incluso en la traducción, aunque en ella pierden un poco el significado del hebreo. El hebreo tiene muchos más tiempos verbales que nuestras lenguas, y el tiempo que emplea sugiere más que un simple pasado: “Os he amado”. En el hebreo se denota continuidad, no nos dice que este amar fue pasado, sino que es algo persistente de modo indefinido: “Os he amado, os amo, y os amaré”, dice el Señor.

“El amor no es amor,
Si cambia al cambiar las condiciones”
Shakespeare

Esta es una afirmación maravillosa, y si es verdad, entonces los hombres no sabemos mucho de amor. El amor humano es veleidoso. Pero el amor de Dios es tal que no se altera aún cuando se alteren las condiciones.

Pese al dolor que causamos en su corazón al ir en contra de su voluntad, Él nos sigue amando como siempre. Hemos herido el corazón de Dios, le hemos lastimado, le hemos tratado injustamente.

Pero hoy, siglo XXI, las palabras siguen vigentes: Yo los amo, a pesar de ustedes mismos, porque “con amor eterno los he amado” (Jer. 31:3)

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