- ¿En qué nos amaste? (1:2)
- ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? (1:6)
- ¿En qué te hemos deshonrado? (1:7)
- ¿Por qué? (2:14)
- ¿En qué le hemos cansado? (2:17)
- ¿En qué hemos de volvernos? (3:7)
- ¿En qué te hemos robado? (3:8)
- ¿Qué hemos hablado contra ti? (3:13)
Cada una de estas preguntas está precedida por la expresión “dijisteis”. Estas preguntas nos indican el grado de malicia e insolencia que este pueblo tenía para con Dios.
Muchas veces somos como los israelitas de antaño, dudamos incluso del amor invariable de Dios. Él en su gandísisisimo amor nos aguanta y nos responde cada uno de nuestras preguntas atrevidas.
Es Dios, pero nos referimos a Él como si fuera nuestro hijo. Nos damos el lujo de exigirle cosas, de recriminarle otras, de llorarle caprichosamente para acceda a nuestros pedidos. En otras palabras queremos dominar a Dios como si fuera un títere.
¡Que amor que nos tiene Dios!
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