domingo, 28 de noviembre de 2010

Un poco de cine...


Simplemente algunas ideas de la narratología, el nuevo método para acercarse a la Biblia recreándose en cada escena y dejando la imaginación posicionarse de los diferentes personajes y diálogos que presentan las historias del relato bíblico.

Quien narra está mirando desde afuera de la historia, es un narrador extradiegético, simplemente describe lo que ve en “la pantalla”.

Además el autor bíblico nos sitúa en una situación especial, cuando el pueblo de Israel sale desde el monte Hor, ubicándonos en la ruta del Mar Rojo, bordeando la tierra de Edom. Los personajes que aparecen en escena son el pueblo que murmura, Dios que actúa y finalmente Moisés, el representante humano del Cielo. Dios le da varias lecciones al pueblo en esta oportunidad: las consecuencias de la murmuración constante; sólo Adonai es quien los sostiene y los libra de las dificultades; prefiguración del Mesías y la trascendencia de su sacrificio.

Encontramos un cuadro: los israelitas que ante su murmuración son atacados por serpientes venenosas y comienzan a morir hasta que reconocen su pecado y Dios le da la solución por medio de Moisés. A continuación presentamos los diferentes planos de esta película apasionante…

Voz en off: “Los israelitas salieron del monte Hor por la ruta del Mar Rojo, bordeando el territorio de Edom. En el camino se impacientaron…y comenzaron a hablar contra Dios y contra Moisés. (Panorámico)

- ¿Para qué nos trajeron ustedes desde Egipto a morir en este desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua! ¡Estamos cansados de comer este pan liviano! (1er plano)

Voz en off: Por eso el Señor mandó contra ellos serpientes venenosas, para que los mordieran, y muchos israelitas murieron. (Panorámico)

- Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti. ¡Por favor ora a Dios para que quite de entre nosotros las serpientes! Dijo el pueblo a Moisés. (Plano medio: Moisés y el pueblo en diálogo)

Moisés intercedió ante Dios por el pueblo y el Señor le dijo:

- Hazte una serpiente, y ponla en un asta. Todos los que hayan sido mordidos que la miren, vivirán. (1er plano: Dios en diálogo con Moisés)

Voz en off: Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Los que eran mordidos, miraban a la serpiente de bronce y vivían.” (Plano medio a panorámico: Moisés construyendo la serpiente y el pueblo mirando el estandarte)


Al final del relato ocurre una reiteración, recurso literario semita que presenta la realidad y el desenlace de la escena. Se escriben las palabras de Dios a Moisés, y luego se pone de manifiesto que Moisés actúa en consecuencia al pedido de Dios. Se deja de manifiesto un marcado contraste entre la obediencia del líder espiritual y el pueblo “cabeza dura”. Al igual que la fidelidad de Dios al cumplir su palabra.

Sin dudas este suceso histórico es tomado por Jesús en su entrevista con Nicodemo a fin de ilustrar su protagonismo en la historia de la redención humana.

Jesús dio la pincelada justa para que el fichero teológico de Nicodemo se ordenara en función suya. Y esta fue, es y seguirá siendo la clave de la interpretación correcta de las Escrituras y del Cristianismo.
Mirar a Jesús, y al Jesús crucificado es la clave de nuestra vida aquí y en la eternidad.
Simplemente…
Míralo! Él hará lo demás…

Que Dios te bendiga en tu decisión.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Reflexionemos - parte 3


Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo”. (Núm. 21:7)

El pueblo se humilló delante de Dios, sabiendo que eran falsas sus acusaciones contra él. Y Moisés intercede por el pueblo.

Lecciones: Cuando te humillas y reconoces que los caminos que Dios elije para ti son los mejores. Cuando quebrantas tu yo en la cruz de Cristo. Cuando buscas el propósito de Dios para tu vida. Cuando “agachas tu cabeza” y decides con humildad vivir obedientemente. Cuando reconoces tus culpas y errores. Cuando percibes que Dios te está llamando…

En esos momentos Dios mira la cruz y prima sobre ti la gracia divina. Mira el sacrificio de Jesús y perdona tu pecado. Mira las heridas de los clavos y te entrega su perfecta justicia porque Él fue desnudo para que nosotros seamos vestidos.

Es interesante que en el original hebreo se traduce: “que quites de sobre nosotros la Serpiente”, aquí encontramos que el pueblo de Israel tiene conciencia de la existencia del mal, un poder extraño y superior a ellos en la representación de una serpiente, probablemente la que hizo caer a Eva, la Serpiente antigua que el Diablo y Satanás.

Sin dudas están padeciendo allí en medio del desierto como nosotros, infectados por el veneno del pecado en el desierto de la vida…

Pero…


Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre un asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.” (Núm. 21: 8)

Coloca una réplica de la clase de serpientes que eran una plaga para el pueblo sobre un asta. La palabra traducida "asta" es la que se usa para un estandarte militar. Es la que aparece en Éxodo 17: 15: Jehová-nisi, "Jehová, mi estandarte". También una "bandera" (Sal. 60: 4), "pendón" (Isa. 11: 10) y "bandera" (Jer. 51: 27). No importa lo que fuera, el asta era lo bastante alta como para ser vista por todo el campamento.

Lecciones: Dios propone la solución ante nuestro clamor. Ahora bien, Dios coloca la salida ante nuestros ojos, pero ¿creemos en ella y avanzamos para ser libres? Si crees mirarás la serpiente en el asta, no porque tenga poder curativo en si misma, sino porque ejercerás la fe en aquel que brinda sanidad a la humanidad.

Dios coloca delante de ti el asta, un estandarte con la solución definitiva para la el virus mortal del pecado. Está en cada creyente mirar a aquel que fue levantado para redimir la raza caída.

Y allí en el desierto, mientras el veneno recorre el torrente sanguíneo comienza el antídoto de la fe a surgir efecto neutralizando así el virus invasor. Por la fe somos salvos, pero debemos mirar el estandarte a fin de poder ser salvos en Aquel que fue levantado.

Sólo hay vida en Aquel que nos moldeó a su imagen y semejanza con sus propias manos…

y…

Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre un asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía”. (Núm. 21:9)

La gente sabía que la serpiente era un símbolo del Salvador venidero. También se daba cuenta de que no era suficiente tan sólo mirar a la serpiente, sino que la mirada debía ir acompañada de fe, puesto que no había curación en la serpiente misma. Era posible contemplar la imagen sin ser curado, si no se empleaba fe en Dios como el Sanador divino. De la misma manera, no tenían valor las ofrendas si no iban acompañadas por la fe (ver Juan 3: 14, 15; PP 457, 458).

Satanás sigue fastidiándote, pero no tiene poder sobre ti porque estás parado sobre la Roca Fuerte de la Eternidad. Ya tus ojos no se distraen de la eternidad y de la salvación que el Cielo te ha regalado. No fueron quitadas las serpientes, pero si inútil su veneno. Los problemas y adversidades continuarán, pero Dios estará con su mano fuerte sosteniéndote y librándote de las serpientes de esta vida y más aún de las consecuencias terribles del pecado.

Mira a Aquel que lo entregó todo por amor a nosotros y aún intercede ante el Padre por nuestra salvación.

Recuerda que pronto viene a reclamarte como suyo.

¡Espéralo!

Reflexionemos - parte 2

“¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano”. (Núm. 21: 5 up)

La forma del verbo hebreo que aquí se usa es otra señal de su impaciencia creciente. La forma es causal: "Nos hiciste subir". Nos trajiste a este “lugar de mala muerte” donde, aunque había abundancia de alimento, se rebelaban por la monotonía de su dieta celestial. Llaman al maná como un pan liviano: la palabra hebrea traducida "liviano", que no aparece en ninguna otra parte de la Biblia, proviene de la raíz "ser liviano", es decir, tenido en poca estima. El pueblo pensaba en los alimentos sabrosos y variados de Egipto.

Lecciones: El siguiente paso es buscar culpables de aquellas consecuencias que nos sobrevienen, siempre debe haber un responsable externo de los acontecimientos. No somos lo suficientemente maduros en reconocer que buena parte de las situaciones que debemos enfrentar son producto de nuestras propias decisiones equivocadas.

Al estar sumergidos en estas situaciones, comenzamos a quejarnos por aquello que no tenemos y que quisiéramos tener. Tratamos de alzar nuestra voz en reclamo de aquellos que justo o proclamando lo que es injusto. Intentamos de justificar nuestra angustia, desánimo, frustración, rabia, enojo, descontento, soberbia… ¿Hasta cuando tentaremos a Dios con nuestra indiferencia y murmuración? Pero Dios reacciona…

Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel”. (Núm. 21:6)

Aparecieron literalmente "las serpientes, las ardientes" (literal). La palabra traducida "ardientes" aparece en otras partes como "serafines" (Isa. 6: 2, 6). Proviene de la raíz "arder" (Jos. 11: 9; Isa. 44: 16; Eze. 43: 21). Las serpientes fueron llamadas ardientes debido a la inflamación violenta causada por su mordedura (PP 456).

Y en esta oportunidad murió mucho pueblo de Israel. Las muertes se debieron a que se retiró la mano protectora de Dios. La parte de la región por donde viajaban estaba infestada de serpientes, escorpiones, etc. (Deut. 8: 15); de ahí que cada día se vieran milagros de la protección divina. Pero el Señor repentinamente retiró su protección y permitió que las serpientes atacaran al pueblo.

Lecciones: No podemos sorprendernos del resultado de nuestra actitud para con Dios. No hace esperar su reacción ni respuesta a fin de restaurar al hombre, a veces con mano suave y otras con mano dura, pero siempre con amor. Pasamos dándole argumentos a Satanás para ser tentados por él, por esto no se extrañes de tu “mala racha”, que proviene de tus propias decisiones y por la intervención restringida de los agentes del mal.

No podemos siempre echarle la culpa al “pobre Diablo” porque muchas veces las cosas malas que nos sobrevienen son producto de nuestras propias decisiones autosuficientes.

Aunque hay solución para todos nuestros problemas cuando reaccionemos y corrijamos nuestro camino. De nosotros dependerá el tiempo y Dios tendrá la última palabra. Pero ante un arrepentimiento genuino, nuevamente somos dignos de su confianza y Dios nos vuelve a otorgar otra oportunidad: Dios es un Dios de segundas oportunidades…

Reflexionemos - parte 1


La Biblia es un libro espiritual... Meditemos en los textos escogidos de nuestra perícopa a fin de extraer lecciones espirituales para nuestra vida hoy.

Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino”. (Núm 21:4)

Se había hecho necesaria una alteración de la ruta elegida, pues se les había negado el paso por Edom. Ahora estaban en camino hacia Ezión-geber (Deut. 2: 8), dando la espalda a la Tierra Santa. En cuanto a los lugares donde acamparon entre Cades y la región de Moab.

El rumbo de la marcha de Israel se dirigía hacia el sur, pasando por el Arabá, y por la frontera meridional de Edoin, desde donde continuaba hacia el este. Finalmente, volviendo hacia el norte, pasaron al este tanto de Edom como de Moab (PP 454, 461).

Y "en el camino" hubo varios factores para provocar el desánimo. La parte del territorio por el cual estaban viajando, el Arabá, es tina planicie árida sembrada de piedras y arena y generalmente calurosa y seca. Además, sabían que viajaban dando la espalda a Canaán; iban alejándose en vez de entrar en ella.

Lección: Cuántas veces nos hemos desanimado por las circunstancias del camino, de nuestro alrededor. No basta sólo con saber que podríamos estar peor, o en situaciones más difíciles como otros están. Un desánimo que viene acompañado de la desconfianza en Dios, conduciendo al individuo a la frustración y la angustia. Es como un sueño pesado y largo donde tan solo se escucha el silencio de Dios que es ensordecedor. Es muy fácil para nosotros desanimarnos cuando delante de nosotros solamente encontramos “pared”, donde no podemos visualizar una salida de escape…es allí donde…

“Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés:”(Núm. 21: 5 pp.)

Lecciones: Generalmente el desánimo se expresa, hablando y enfocándonos en aquello que no podemos vencer. ¿Quién es el responsable final de todo lo que pasa? Si pensaste en que Dios lo es, eres un ser humano normal y corriente. ¡Bienvenido al club de aquellos que incriminan a Dios en relación al sufrimiento humano! Pero no solamente inculpamos a Dios sino que murmuramos contra sus representantes, porque a ellos los podemos ver.

A raíz de las diferentes viscisitudes de la vida se escuchan frases como: “Eso dices porque a ti no te está pasando”, “que vas a saber tu de lo que estoy sufriendo”, “ojalá nunca te toque”, “sólo yo se cuanto duele esto y lo injusto que es”, “¿para qué vamos a orar si Dios no nos escucha?”, “¿para qué ir a la iglesia si Dios me ha dado la espalda?”, “estoy cansado de orar y orar sin tener respuestas”…

Típico ser humano, enfrentarse a Dios y a sus siervos a fin de reclamarle, en esta oportunidad…

viernes, 26 de noviembre de 2010

Implicaciones Teológicas

Los Israelitas tuvieron que rodear Edom porque no podían pasar a través de su territorio (ver Núm. 20:18-21), prolongando mucho su viaje hasta la frontera oriental de Canaán. El pueblo se impacientó y elevó su queja acostumbrada de que Dios y Moisés los habían sacado de Egipto para matarlos en el desierto, donde no había alimentos ni agua. Además, añadieron su disgusto por el maná que Dios les había proporcionado cada día: “Ya estamos hartos de esta pésima comida” (Núm. 21:5)

En Tabera el Señor había enviado fuego para advertir a los murmuradores (Núm. 11:1). Ahora envió “serpientes venenosas” para castigar al pueblo, y muchos de los que fueron mordidos murieron. En algunas versiones, respondiendo al original, se las llama “serpientes ardientes” que probablemente describían el dolor causado por su veneno. Como en Tabera, los aterrorizados israelitas suplicaron a Moisés que orara por ellos, lo cual él se apresuró a hacer (Núm. 20:567; Núm. 11:2). Durante el incidente de Tabera, Dios había apagado el fuego para beneficio de todos (Núm. 11:2), pero esta vez condicionó el remedio a la fe de la persona. “Y el Señor le dijo a Moisés: - Hazte una serpiente, y ponla en un asta. Todos los que sean mordidos y la miren, vivirán. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta. Los que eran mordidos, miraban a la serpiente de bronce y vivían” (Núm. 21:8,9).

Solo cuando miraba podía una persona recuperarse. Si alguien que había sido mordido se negaba a creer en el poder de Dios revelado a través de la obra de su siervo Moisés, tenía completa libertad para decir: ` ¡No piensen que voy a hacer esa estupidez de pretender que me voy a sanar simplemente mirando un pedazo de bronce!`. No hay problema. Puedes seguir adelante y simplemente morirte de dolor. La elección es tuya. Pero si cambias de modo de pensar antes que sea demasiado tarde, simplemente mira. ¡Era un poderoso incentivo, al menos para darle una oportunidad a la fe!

La serpiente de metal no tenía poder mágico en sí misma (aunque más tarde el pueblo la adoró y tuvo que ser destruida: 2 Reyes 18:4). Mirarla resultaba en la curación de la mordedura de las serpientes solo porque Dios hizo depender el milagro de esa acción.

Sin embargo, ¿por qué hizo Moisés una escultura de una serpiente, la criatura que mordía a los israelitas? En primer lugar, veían frente a frente su problema mirando la representación de él. La clave del asunto no estaba en Dios o en Moisés, sino, en las serpientes que los israelitas habían atraídos sobre sí mismos. De hecho, si Dios no los hubiera protegido durante todos aquellos años por todo el camino, habrían sido mordidos por las serpientes o picados por escorpiones en muchas ocasiones (Deut. 8:15).

El significado de la serpiente de bronce tiene más profundidad. Una noche, Jesús explicó a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquel que crea, tenga en él vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que cree en él, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:13-16).

Igual que los israelitas en el desierto, todos hemos sido mordidos y estamos muriendo, pero si decidimos creer, podemos vivir. Sin embargo, Jesús estaba hablando de la vida y de la muerte eterna, y él está en lugar de la serpiente de bronce.

Jesús dijo que él debía ser levantado como Moisés levantó la serpiente de bronce. Se cumplió cunado los soldados romanos lo clavaron y lo levantaron en una cruz de madera, hecha de un árbol. En la ley israelita, el condenado a pena de muerte quedaba colgado entre el cielo y la tierra siendo considerado un maldito de Dios (Deut. 21:22,23). Uno pensaría que los apóstoles evitarían la implicación de que Cristo fue maldito de Dios. Pero Pablo declara nítidamente: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: MALDITO TODO EL QUE CULEGA DE UN MADERO)” (Gal. 3:13).

Sin embargo, ¿por qué una serpiente representa a Cristo? ¿No representa, más bien, al pecado y la muerte, porque Satanás usó a esa criatura para engañar a Eva (Gn. 3)? Precisamente. Porque Dios “al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21).

¡Imaginemos eso! ¡En cierto sentido, Cristo llegó a ser pecado! Él llevó todas las malas pasiones y la degradación egoísta de todos los millones y millones de personas que han vivido en este planeta en algún momento. Con ese abrumador diluvio de miseria derramado sobre él, e identificado con él, como si él fuera la personificación de todo ese mal, se entregó a sí mismo a la destrucción a fin de erradicar el pecado y todas sus consecuencias.

El remedio de Dios para la mordedura de la serpiente y del más serio problema de la falta de fe debe de haber tenido éxito, porque los israelitas avanzaron para obtener una serie de victorias.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Las palabras justas... parte 2

"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna." (Juan 3: 14, 15.) Todos los que hayan existido alguna vez en la tierra han sentido la mordedura mortal de "la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás." (Apoc. 12: 9.) Los efectos fatales del pecado pueden eliminarse tan sólo mediante lo provisto por Dios. Los israelitas salvaban su vida mirando la serpiente levantada en el desierto. Aquella mirada implicaba fe. Vivían porque creían la palabra de Dios, y confiaban en los medios provistos para su restablecimiento. Así también puede el pecador mirar a Cristo, y vivir. Recibe el perdón por medio de la fe en el sacrificio expiatorio. En contraste con el símbolo inerte e inanimado, Cristo tiene poder y virtud en sí para curar al pecador arrepentido.

Aunque el pecador no puede salvarse a sí mismo, tiene sin embargo algo que hacer para conseguir la salvación. "Al que a mí viene, no le echo fuera." (Juan 6: 37.) Pero debemos ir a él; y cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, debemos creer que nos acepta y nos perdona. La fe es el don de Dios, pero el poder para ejercitarla es nuestro. La fe es la mano de la cual se vale el alma para asir los ofrecimientos divinos de gracia y misericordia.

Nada excepto la justicia de Cristo puede hacernos merecedores de una sola de las bendiciones del pacto de la gracia. Muchos son los que durante largo plazo han deseado obtener estas bendiciones, pero no las han recibido, porque han creído que podían hacer algo para hacerse dignos de ellas. No apartaron las miradas de sí mismos ni creyeron que Jesús es un Salvador absoluto. No debemos pensar que nuestros propios méritos nos han de salvar; Cristo es nuestra única esperanza de salvación. "Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." (Hech. 4: 12.)

Cuando confiamos plenamente en Dios, cuando dependemos de los méritos de Jesús como Salvador que perdona los pecados, recibimos toda la ayuda que podamos desear. Nadie mire a sí mismo, como si tuviera poder para salvarse. Precisamente porque no podíamos salvarnos, Jesús murió por nosotros. En él se cifra nuestra esperanza, nuestra justificación y nuestra justicia. Cuando vemos nuestra naturaleza pecaminosa, no debemos abatirnos ni temer que no tenemos Salvador, ni dudar de su misericordia hacia nosotros. En ese mismo momento, nos invita a ir a él con nuestra debilidad, y ser salvos.

Muchos de los israelitas no vieron ayuda en el remedio que el Cielo había designado. Por todas partes, los rodeaban los muertos y moribundos, y sabían que, sin la ayuda divina, su propia suerte estaba sellada; pero continuaban lamentándose y quejándose de sus heridas, de sus dolores, de su muerte segura hasta que sus fuerzas se agotaron, hasta que los ojos se les pusieron vidriosos, cuando podían haber sido curados instantáneamente. Si conocemos nuestras necesidades, no debemos dedicar todas nuestras fuerzas a lamentarnos acerca de ellas. Aunque nos demos cuenta de nuestra condición impotente sin Cristo, no debemos ceder al desaliento, sino depender de los méritos del Salvador crucificado y resucitado. Miremos y viviremos. Jesús ha empeñado su palabra; salvará a todos los que acudan a él. Aunque muchos millones de los que necesitan curación rechazarán la misericordia que les ofrece, a ninguno de los que confían en sus méritos lo dejará perecer.

Muchos no quieren aceptar a Cristo antes que todo el misterio del plan de la redención les resulte claro. Se niegan a mirar con fe, a pesar de que ven que miles han mirado a la cruz de Cristo y sentido la eficacia de esa mirada. Muchos andan errantes, por los intrincados laberintos de la filosofía, en busca de razones y evidencias que jamás encontrarán, mientras que rechazan la evidencia que Dios ha tenido a bien darles. Se niegan a caminar en la luz del Sol de Justicia, hasta que se les explique la razón de su resplandor. Todos los que insistan en seguir este camino dejarán de llegar al conocimiento de la verdad. Jamás eliminará Dios todos los motivos de duda. Da suficiente evidencia en que basar la fe, y si esta evidencia note acepta, la mente es dejada en tinieblas. Si los que eran mordidos por las serpientes se hubieran detenido a dudar y deliberar antes de consentir en mirar, habrían perecido. Es nuestro deber primordial mirar; y la mirada de la fe nos dará vida.

Las palabras justas... parte 1


Cuando los israelitas daban rienda suelta a su espíritu de descontento, llegaban hasta encontrar faltas en las mismas bendiciones que recibían: "Y habló el pueblo contra Dios y Moisés: ¿Por qué nos hicisteis subir de Egipto para que muramos en este desierto? que ni hay pan, ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano." (Núm. 21: 5.)

Moisés indicó fielmente al pueblo la magnitud de su pecado. Era tan sólo el poder de Dios lo que les había conservado la vida en el "desierto grande y espantoso, de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde ningún agua había." (Deut. 8: 15.) Cada día de su peregrinación habían sido guardados por un milagro de la divina misericordia. En toda la ruta en que Dios los había conducido, habían encontrado agua para los sedientos, pan del cielo que les mitigara el hambre, y paz y seguridad bajo la sombra de la nube de día y el resplandor de la columna de fuego de noche. Los ángeles les habían asistido mientras subían las alturas rocosas o transitaban por los ásperos senderos del desierto. No obstante las penurias que habían soportado, no había una sola persona débil en todas sus filas. Los pies no se les habían hinchado en sus largos viajes, ni sus 456 ropas habían envejecido. Dios había subyugado y dominado ante su paso las fieras y los reptiles ponzoñosos del bosque y del desierto. Si a pesar de todos estos notables indicios de su amor el pueblo continuaba quejándose, el Señor iba a retirarle su protección hasta cuando llegara a apreciar su misericordioso cuidado y se volviera hacia él, arrepentido y humillado.

Porque había estado escudado por el poder divino, Israel no se había dado cuenta de los innumerables peligros que lo habían rodeado continuamente. En su ingratitud e incredulidad había declarado que deseaba la muerte, y ahora el Señor permitió que la muerte le sobreviniera. Las serpientes venenosas que pululaban en el desierto eran llamadas serpientes ardientes a causa de los terribles efectos de su mordedura, pues producía una inflamación violenta y la muerte al poco rato. Cuando la mano protectora de Dios se apartó de Israel, muchísimas personas fueron atacadas por estos reptiles venenosos.

Hubo entonces terror y confusión en todo el campamento. En casi todas las tiendas había muertos o moribundos. Nadie estaba seguro. A menudo rasgaban el silencio de la noche gritos penetrantes que anunciaban nuevas víctimas. Todos estaban atareados para asistir a los dolientes, o con cuidado angustioso trataban de proteger a los que aun no habían sido heridos. Ninguna murmuración salía ahora de sus labios. Cuando comparaban sus dificultades y pruebas anteriores con los sufrimientos por los cuales estaban pasando ahora, aquéllas les parecían baladíes.

El pueblo se humilló entonces ante Dios. Muchos se acercaron a Moisés para hacerle sus confesiones y súplicas. "Pecado hemos -dijeron- por haber hablado contra Jehová, y contra ti." (Núm. 21: 7-9.) Poco antes le habían acusado de ser su peor enemigo, la causa de todas sus angustias y aflicciones. Pero aun antes que las palabras dejaran sus labios, sabían perfectamente que los cargos eran falsos; y tan pronto como llegaron las verdaderas dificultades, corrieron hacia él como a la única persona que podía interceder ante Dios por ellos.

"Ruega a Jehová -clamaron- que quite de nosotros estas serpientes."

Dios le ordenó a Moisés que hiciese una serpiente de bronce semejante a las vivas, y que la levantara ante el pueblo. Todos los que habían sido picados habían de mirarla y encontrarían alivio. Hizo lo que se le había mandado, y por todo el campamento cundió la grata noticia de que todos los que habían sido mordidos podían mirar la serpiente de bronce, y vivir. Muchos habían muerto ya, y cuando Moisés hizo levantar la serpiente en un poste, hubo quienes se negaron a creer que con sólo mirar aquella imagen metálica se iban a curar. Estos perecieron en la incredulidad. No obstante, hubo muchos que tuvieron fe en lo provisto por Dios. Padres, madres, hermanos y hermanas se dedicaban afanosamente a ayudar a sus deudos dolientes y moribundos a fijar los ojos lánguidos en la serpiente. Si ellos, aunque desfallecientes y moribundos, podían mirarla una vez, se restablecían por completo.

La gente sabía perfectamente que en aquella serpiente de bronce no había poder alguno para ocasionar un cambio tal en los que la miraban. La virtud curativa venía únicamente de Dios. En su sabiduría eligió esta manera de manifestar su poder. Mediante este procedimiento sencillo se le hizo comprender al pueblo que esta calamidad le había sobrecogido como consecuencia directa de sus pecados. También se le aseguró que mientras obedecieran a Dios no tenían motivo de temor; pues él los preservaría de todo mal.

El alzamiento de la serpiente de bronce tenla por objeto enseñar una lección importante a los israelitas. No podían salvarse del efecto fatal del veneno que había en sus heridas. Solamente Dios podía curarlos. Se les pedía, sin embargo, que demostraran su fe en lo provisto por Dios. Debían mirar para vivir. Su fe era lo aceptable para Dios, y la demostraban mirando la serpiente. Sabían que no había virtud en la serpiente misma, sino que era un símbolo de Cristo; y se les inculcaba así la necesidad de tener fe en los méritos de él. Hasta entonces muchos habían llevado sus ofrendas a Dios, creyendo que con ello expiaban ampliamente sus pecados. No dependían del Redentor que había de venir, de quien estas ofrendas y sacrificios no eran sino una figura o sombra. El Señor quería enseñarles ahora que en sí mismos sus sacrificios no tenían más poder ni virtud que la serpiente de bronce, sino que, como ella, estaban destinados a dirigir su espíritu a Cristo, el gran sacrificio propiciatorio.

La Serpiente de Bronce Levantada


"El Príncipe de los predicadores", Charles Spurgeon, presentó un sermón en cierta oportunidad en cuanto al registyro bíblico de Números 21:4-9.

“Notemos que las serpientes ardientes llegaron en medio del pueblo, antes que nada, porque ese pueblo había despreciado el camino de Dios y el pan de Dios. "Y se desanimó el pueblo por el camino." Era el camino de Dios, Él lo había escogido para ellos, y lo había elegido en sabiduría y misericordia, pero ellos murmuraron contra el camino. Como afirma un viejo teólogo: "era solitario y prolongado", pero, aun así, era el camino de Dios, y, por tanto, no tenía que ser aborrecible: Su columna de fuego y de nube iba delante de ellos, y Sus siervos, Moisés y Aarón, los conducían como un rebaño, y debieron haberles seguido alegremente. Cada paso de su recorrido previo había sido ordenado rectamente, y debieron haber estado sumamente seguros de que ese rodeo de la tierra de Edom, fue también ordenado rectamente. Pero, no; ellos altercaron con el camino de Dios, y querían que fuera a su manera. Esta es una de las permanentes necedades de los hombres; no pueden contentarse con esperar en el Señor y guardar Su camino, sino que prefieren una voluntad y un camino propios.

El pueblo también altercó con la comida de Dios. Él les suministró lo mejor de lo mejor, pues "pan de nobles comió el hombre"; pero ellos se refirieron al maná con un título oprobioso, que en el hebreo contiene un matiz de ridículo, y aun en nuestra traducción, transmite la idea de desprecio. Decían: "Nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano", como si lo consideraran insustancial y útil sólo para inflarlos, porque era de fácil digestión, y no producía en ellos ese calor de la sangre y la tendencia a las enfermedades que una dieta más pesada habría producido. Estando descontentos con su Dios, ellos altercaron con el pan que puso sobre su mesa, aunque sobrepasaba a cualquiera que el mortal hubiere comido jamás antes o después.

Esta es otra de las necedades del hombre; su corazón rehúsa alimentarse de la palabra de Dios o creer en la verdad de Dios. El hombre apetece el alimento de carne de la razón carnal, los puerros y los ajos de la tradición supersticiosa, y los pepinos de la especulación; no puede tolerar que su mente se rebaje a creer en la Palabra de Dios, o a aceptar una verdad tan simple, tan adecuada a la capacidad de un niño. Muchas personas demandan algo más hondo que lo divino, más profundo que lo infinito, más liberal que la gracia inmerecida. Altercan con el camino de Dios, y con el pan de Dios, y por eso se presentan entre ellos las serpientes ardientes de la concupiscencia maligna, de la soberbia y del pecado.

Yo me podría estar dirigiendo a algunas personas que hasta este momento han altercado con los preceptos y con las doctrinas del Señor, y quisiera advertirles afectuosamente que su desobediencia y su presunción conducirán al pecado y al abatimiento. Los rebeldes contra Dios son propensos a volverse peores y peores. Las modas del mundo y las corrientes del pensamiento alientan los vicios y los crímenes del mundo. Si anhelamos los frutos de Egipto, pronto nos enfrentaremos a las serpientes de Egipto. La consecuencia natural de volverse contra Dios, como serpientes, es encontrar serpientes que acechan nuestro paso. Si abandonamos al Señor en espíritu, o en doctrina, la tentación pondrá una emboscada en nuestro camino y el pecado morderá nuestros pies”

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Contexto bíblico


Un elemento particularmente intrigante es el carácter de la serpiente, ¿esta figura de bronce era un objeto mágico o una imagen cúltica? Según una lectura simple y llana del texto, la serpiente de bronce habría sido un objeto de carácter mágico, que por medio de una curación homeopática, habría tenido el "poder'' de curar a los mordidos por las "serpientes abrasadoras''. La arqueología ha revelado la existencia física de este objeto. Por ejemplo, figurinas independientes en forma de serpientes de bronce han sido halladas en el templo cananeo de Tel Mevoraj (en la zona de la costa) y en el templo midianita en Timna (en el sur de Israel, en la zona de la Aravá, no muy lejos del lugar del relato en Números); en otros casos, las serpientes aparecen en planchas de bronce en asociación con deidades (Jatzor, en la Alta Galilea).

Según algunos estudiosos, esta serpiente de bronce habría sido un objeto de culto representando a una divinidad. Un claro ejemplo de ello lo encontramos en la historia del rey Ezequías, rey de Judea (716-687 a.C), cuando en protesta contra las prácticas paganas de Israel, "quitó los altos, derribó las estelas, cortó los cipos y rompió la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los israelitas le habían quemado incienso hasta aquellos días; se la llamaba Nejushtán'' (2 Reyes 18:4). Es interesante que el nombre Nejushtán alude a la materia del objeto [nejoshet = ``cobre''], y a su figura de serpiente [en hebreo, najash]. Según se desprende del texto, esta serpiente de bronce, ubicada en el Templo de Jerusalén, habría estado asociada con Yahveh y adorada por los fieles como un dios responsable de la curación (como el caso del dios griego Esculapio, asociado con el símbolo de la serpiente).

Ya en la antigüedad el relato de la serpiente de bronce generó no pocas polémicas entre los piadosos. Como lo refleja esta antigua tradición rabínica presente en la Mishná (siglo II): “Pero ¿hace morir una serpiente o hace vivir? Más bien (es para enseñarte) que cuando Israel dirigía su mente hacia lo alto y sometía su corazón a su padre que está en los cielos era curado y cuando no se desvanecía.[1] En otras palabras, los sabios de Israel desecharon toda posibilidad de explicar mágicamente el pasaje, interpretando el mismo en términos monoteístas, a saber: no la serpiente de bronce tenía el poder para curar, sino la fe del israelita en Dios. De aquí, entonces, que los rabinos interpretaron este objeto como un objeto religioso destinado a promover la piedad.

Otra estrategia de exégesis la encontramos en el filósofo judío Filón de Alejandría, quien interpretó alegóricamente la serpiente de bronce como el símbolo de la templanza (opuesta a la serpiente del paraíso, símbolo del placer): "Todo aquel, pues, a quien una serpiente hubiere mordido, si mirare a aquélla, vivirá''. Y es muy cierto esto, porque, si la inteligencia mordida por el placer, es decir, por la serpiente de Eva, tuviere la fuerza suficiente para mirar espiritualmente la belleza de la templanza, vale decir, de la serpiente de Moisés, y a través de ella a Dios mismo, vivirá. No ha menester otra cosa sino ver y reflexionar” [2]

Una tercer interpretación del texto bíblico la hallamos en la literatura cristiana antigua. En el Evangelio de Juan, la serpiente de bronce es asociada con Jesús y la crucifixión. Según está escrito: "Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna” (3:14-15). De acuerdo a esta interpretación, entonces, al igual que el israelita en el desierto debía mirar a la serpiente para salvarse, de la misma manera el creyente debía "mirar'' a Cristo en la cruz, o en términos cristianos, creer que Jesús es el único en quien se obtiene la vida eterna.

Esta misma línea interpretativa fue adoptada por el apologeta cristiano Justino Mártir (siglo II), quien entendió la historia de la serpiente de bronce como una prefiguración tipológica del Cristo: "Y es que, como ya he dicho, con esto anunciaba Dios un misterio, por el que había de destruir el poder de la serpiente, que fue autora de la transgresión de Adán; y a la vez, la salvación para quienes creen en el que por este signo era figurado, es decir, en Aquel que había de ser crucificado y los había de librar de las mordeduras de la serpiente, que son las malas acciones, las idolatrías y las demás iniquidades. Porque si no se entiende así, dadme vosotros razón por qué Moisés puso como signo la serpiente de bronce y mandó que a ella miraran los mordidos y éstos se curaban. Y eso después que él mismo había mandado no fabricar imagen de nadie absolutamente”.[3] De acuerdo a esta exégesis cristológica, entonces, Justino Mártir vio en la historia bíblica un anuncio figurado-simbólico de la acción salvífica de Jesús, quien por su intermedio el creyente fue liberado del pecado original.





[1] Tratado Año Nuevo III, 8; La Misná. Edición preparada por Carlos del Valle [Madrid: Editora Nacional, 1981] p. 379.

[2] Interpretación alegórica II, 79. XX; en: Obras completas de Filón de Alejandría I [Buenos Aires: Acervo Cultural, 1975] págs. 182-183.

[3] Diálogo con Trifón 94:2-3; en: D. Ruiz Bueno, Padres Apologetas Griegos [s. II] [segunda edición; Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1979] p. 470.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Contexto literario - 2


El valor del libro de Números no disminuye debido a que registra detalladamente el período nómada de la historia de Israel, lo que constituye un relato que en la actualidad estimula la fe de todo fiel creyente.

Por medio de este registro imparcial llegamos a conocer la vida y las vicisitudes del pueblo hebreo bajo la conducción de Moisés. Este talentoso autor escogió su material y lo dispuso dirigido por la inspiración del Espíritu Santo. Moisés fue un digno narrador de la historia y el carácter del pueblo hebreo, como también un dirigente capaz, que, conducido por Dios, lo llevó a una unidad religiosa coherente que el tiempo y las desgracias no pudieron disolver.

Así tenemos en el libro de Números una narración inspirada, cuya verosimilitud histórica no puede desecharse livianamente.Se ha uniformado el texto del libro. Fue escrito con verdaderos caracteres hebreos antiguos, y corresponde con el texto tal como existió alrededor de 330 AC. Parece haber sufrido relativamente poco por sencillos errores de transcripción. Las variaciones en ciertos manuscritos son pocas, y de escasa importancia.

Las fechas que pudieran asignar los eruditos a cualquiera de las fuentes que Moisés pudiera haber usado bajo la inspiración del Espíritu Santo, en el mejor de los casos podrían ser sólo provisorias y aproximadas.

Contexto literario - 1


Números es el cuarto libro del Pentateuco, que es el nombre que reciben los cinco libros de Moisés. El título "Números" se deriva del título Arithmói, de la Septuaginta, luego del latín Numeri, del cual se ha traducido "Números". Los hebreos llamaron al libro Bemidbar, "en el desierto".
El nombre español del cuarto libro del Pentateuco procede del latino Liber numerorum ("libro de los números"), tomado a su vez del griego Arithmo (LXX), que significa "números". Este título responde a la presencia en el texto de dos censos del pueblo de Israel (cap. 1 y 26), al reparto del botín de guerra tras la victoria de los israelitas sobre los madianitas (31) y a ciertas precisiones de orden cuantitativo relacionadas con los sacrificios y las ofrendas (7; 15; 28–29). En hebreo, el título del libro es Bemidbar (lit. "en el desierto"), referencia expresa a la región sinaítica en la que se desarrollan los acontecimientos objeto de la narración.
Los libros precedentes del Pentateuco presentan la narración de la historia de los antecesores de Israel, desde la creación, y continúan a través del cautiverio en Egipto y el éxodo, hasta la peregrinación en el Sinaí, donde el libro del Exodo deja a los israelitas. Números comienza en el Sinaí con el censo de los varones adultos, añade reglamentos adicionales además de los enumerados en Levítico, traza la marcha desde el Sinaí, la peregrinación por el desierto, hasta la llegada a las estepas de Moab, y termina con un conjunto de reglamentos.
Es un libro viviente, una inspiración espiritual para los seres humanos a través de la historia. Su objetivo principal es exaltar a Jehová como Dios supremo, en toda su santidad, majestad y cuidado por su pueblo escogido. Juntamente con el progreso maravilloso de ese pueblo, está la rebelión de Coré, Datán y Abiram, con sus motivos y propósitos egoístas. En el marco de fondo está el pueblo murmurando y manifestando falta de paciencia. Se destacan Moisés, María y Aarón, Balaam, los hijos de Aarón, dirigentes religiosos con sus puntos fuertes y débiles. El registro termina con la supremacía de Moisés como dirigente escogido por Dios para Israel.
La morada de Jehová en medio de los israelitas, sus planes cuidadosos y minuciosos en favor de ellos, los conmovedores sucesos que afectaron a individuos destacados, sacerdotes y levitas se desenvuelven como un cordón humano divinamente señalado para que no hubiera más "ira sobre la congregación". Todo esto contribuye a dar una descripción espléndida en una narración vívida del más profundo valor religioso para la iglesia de hoy, relato que descansa sobre el hecho histórico de la morada de Dios entre su pueblo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Contexto histórico


El obstáculo y la desgracia del desaliento y de las murmuraciones volvieron a surgir, esta vez en un momento muy inoportuno, puesto que el pueblo ya había comenzado la marcha. Había dejado el monte de Hor y estaban por rodear la tierra de Edom, no podemos definir si lo hacen por el oeste o por el este. El pueblo quedó desprovisto de agua y pan, y estaban hastiados del maná. Por hablar contra Dios y Moisés, los juicios de Dios cayeron sobre ellos a través de una plaga de serpientes cuyas mordeduras fueron fatales para buena parte del pueblo. Aun se conoce esta zona por la presencia de numerosos reptiles venenosos.


A través de esta plaga Dios estaba repitiendo la verdad inmutable y universal de que el pecado produce juicio sin importar la zona en donde se comete. La presencia de Dios con el pueblo no era licencia para cometer los antiguos pecados del desierto. Respondiendo a la confesión del pueblo atemorizado, y a la fiel intercesión de Moisés, Dios estableció una condición para la liberación del pueblo. Una serpiente de bronce, de aspecto ardiente, debía ser hecha y colocada sobre un poste. Si alguien era mordido por una serpiente viva debía mirar sin detenimiento la serpiente de bronce alzada.


Es un hecho sabido que en aquellas tierras, la mayoría, sino todas las religiones antiguas, sostenían que la serpiente poseía sanadores, y que en consecuencia, era digna de adoración. La serpiente de bronce que Moisés levantó por orden de Dios no era, ni en lo más mínimo, una alusión a esta práctica. El objeto escogido fue una estatua representando una serpiente, correspondiendo así a la plaga de las serpientes ponzoñosas que habían caído sobre el pueblo. Era una escultura fría, carente de vida, para representar lo que Dios podría hacer por los israelitas, es decir, tomar la mordedura ardiente y remediar la situación del envenenamiento. De hecho cuando los israelitas comenzaron a considerarlo como objeto de adoración, el rey Ezequías lo destruyó (2 Rey. 18:4).


De esta forma la plaga de las serpientes fue una nueva experiencia crítica para los israelitas al volver a tomar el rumbo a Canaán. La marcha habría podido terminar allí sino fuera por la gracia divina y la fe personal de cada individuo.