jueves, 3 de junio de 2010

Una invitación respetuosa


Hemos presentado como Dios, en su grandísimo amor, sigue intentando restaurar la comunicación que un día perdió con sus criaturas. Continuamente y a lo largo de la historia, se ha preocupado por alcanzarnos; nos envía cartas, emails, mensajes de texto e incluso señales de humo, porque “con amor eterno nos ha amado y por eso ha prolongado su misericordia para con nosotros” (Jer 31:3).
Antes de ayer, algunos pocos tuvieron el privilegio de ver la shekinah en la tienda de la reunión.
Ayer algunos tuvieron el privilegio de ver la shekinah en la persona de Jesús.
Pero hoy tenemos a nuestro alcance el privilegio de ser partícipes de la shekinah al entregar nuestra vida al Señor.
Me emociona saber que hoy “miramos como por espejo la gloria de Dios, siendo transformados de gloria en gloria a la misma imagen, por el Señor que es el Espíritu”. (2 Cor 3:18) Dios, a pesar de 6000 años de pecado, sigue viendo en tu rostro y en el mío supropia imagen. Su capacidad en perdonar es mucho mayor que nuestra capacidad de pecar. Él tiene esperanzas de reproducir nuevamente su imagen en nosotros para llevarnos de nuevo a casa.
Todos aquellos que estén dispuestos a contemplar Su gloria estarán en esa maravillosa ciudad: la Nueva Jerusalén. Allí no habrá templo, ni sol ni lámpara, porque la gloria de Dios y del Cordero es suficiente para iluminarnos. (Apoc. 21:22,23). Estaremos para siempre con el Señor contemplando su rostro y disfrutando de su gloria.
Muy pronto se cumplirá, de una vez por todas, la agenda cósmica de Dios… habitará con su pueblo por la eternidad. Con aquellos que hoy estén dispuestos a hacer de Dios lo primero y lo mejor en sus vidas y con aquellos que estén dispuestos a contemplar su gloria por la eternidad.
No quiero perderme esta oportunidad. ¡Es única! Yo quiero estar en la presencia del Todopoderoso por la eternidad. ¿Será que es tu deseo en esta noche contemplar Su gloria por la eternidad?
Amigo del ciberespacio, quizás soltaste la mano de Dios hace algún tiempo. O quizás lo estas haciendo sin darte cuenta embarullado por las luces y ruidos de esta vida pasajera. Déjame decirte que nunca es demasiado tarde para volver a tomar la mano del Eterno. Nadie ha caído tan bajo que el Señor no lo pueda rescatar. Papá está a tu lado, aunque no lo veas, aunque no lo sientas... ¡Él está ahí!
Dios te bendiga en tu decisión de ver su gloria a cada instante como una antesala a la eternidad.

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