jueves, 3 de junio de 2010

Varias expresiones de amor: El Santuario en Sucursales


Hemos visto que “Nuestros padres tuvieron la Tienda de la reunión en el desierto, como Dios había ordenado a Moisés que hiciera según el modelo que había visto. Luego David halló gracia ante los ojos de Dios y pidió la facultad de levantar un santuario para el Dios de Israel. Pero su hijo Salomón fue quien lo edificó. Aunque no deben olvidarse que el Altísimo no habita en templos hechos de manos, como dice el profeta: ‘El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies, ¿Qué casa me edificarán? ¿Cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas las cosas?’”. (Hch 7:44-50)
Hoy no podemos reducir a Dios pura y exclusivamente a cuatro paredes, a una estructura o una religión. Dios es Dios y escapa incluso a nuestra mente finita. Es imposible colocar en un vaso todo el contenido de un océano.
¿Sabes cuál era el mayor anhelo de Dios? Su mayor deseo siempre fue habitar en los corazones humanos. Esto se da en una perspectiva individual porque la salvación es individual. Quiere morar en tu corazón y en el mío.
Los primeros cristianos de la ciudad de Corinto, plagada de templos paganos, reciben la Carta del apóstol Pablo que les dice “¿No saben que son templo de Dios y que su Espíritu habita en ustedes?...El templo de Dios es santo: y este templo son ustedes” (1 Cor 3:16). Somos templos del Espíritu Santo y partícipes de la Gloria de Dios en Cristo.
¡Dios quiere morar en tu vida y en la mía!
Veamos lo que dice el profeta Isaías: “el Excelso y Sublime, el que habita en la eternidad, y cuyo nombre es Santo dice: ‘Yo habito en la altura y en la santidad, y con el contrito de corazón y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y dar vida al corazón de los contritos” (Is 57:15)
Es verdad que Dios ‘está en los cielos’, pero no lo dejemos sentado allá arriba, en su trono, indiferente, porque Él es ‘nuestro Padre’. No es un Dios distante, despreocupado y apático. Por el contrario, Él desea habitar entre nosotros, o más aún: en nosotros.
Quiere establecer Su trono en tu corazón, pero Él no obliga a nadie porque es todo un caballero, pide permiso y espera que lo aceptes. Él está a la puerta de tu vida y llama, si escuchas su voz, ábrele la puerta y disfruta de su compañía. Es el mejor huésped que podés recibir (Ap. 3:20).
Dios desea reanimar tu corazón, cansado y dolorido, magullado por el pecado. Quiere devolverte las ganas de sonreír, de ser amable y compasivo con quienes te rodean. Quiere que disfrutes de tu familia y de tus amigos. Quiere darte esa paz que sobrepasa todo entendimiento y tenderte sus manos, las mismas que fueron atravesadas en la cruz.
Quiere ir contigo a la plaza, al trabajo, a la escuela. Compartir contigo los momentos donde el corazón salta de alegría, pero también en aquellos en donde tu corazón se desgarra de dolor y llora.
Pero no te olvides…No decidir quién ocupará el trono de tu vida, ya es decidir, porque ‘nadie puede servir a dos señores’. Hoy puedes elegir quién será el Señor de tu vida.

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